viernes, julio 11, 2008

Ausencia

Queridos amigos y lectores,

Desde hace un par de años he dejado de añadir escritos a mi blog debido a que he estado acumulando material para publicar un libro, llevado por la idea de que podrían haber unos cuantos que serían capaces de pagar por leer algo de lo que escribo, lo cual para mi sería no sólo un honor, sino un alimento extremadamente necesario para mi bolsillo en estos tiempos de escasez. Así que les pido disculpas... mmm... les doy disculpas... mejor se las pido para que las inventen ustedes. Espero que pronto puedan leerme en un libro.

Simón Saturno.
Julio 11, 2008

Se busca psicópata

Según un mensaje de correo electrónico que recibí recientemente de una amiga, un famoso psicólogo americano, ideó una prueba que se utiliza para comprobar si una persona tiene mentalidad de asesino. Muchos asesinos en serie detenidos han participado en la prueba y han acertado la respuesta. Se trata de leer un texto breve y contestar una pregunta.

El texto

Una mujer, mientras asistía al funeral de su madre, vio a un hombre que no conocía. Pensó que ese era el hombre de su vida, tanto que se enamoró de él en aquel momento, pero no le pidió ni nombre ni teléfono y ya no pudo verlo de nuevo. Unos días más tarde esta mujer mató a su hermana.

La pregunta

¿Por qué la mató?

Al entrevistado se le da algún tiempo para pensar la respuesta.

La respuesta

Esperaba que el hombre apareciera de nuevo en el funeral de su hermana.

Mi respuesta

No respondí correctamente, pero te prometo que la próxima vez sí lo haré.

Simón.

P.S.: ¿Cuál fue mi respuesta? Pues muy sencilla: Que su hermana le dijo "¡Yo lo vi primero!" y ellas desde pequeñas habían sido muy respetuosas de esas prelaciones, tú sabes, y como su hermana siempre había sido un poquito más despierta y de inquieta mirada, pues por lo general -para no decir siempre- se le adelantaba en lo de ver primero. Ella -la homicida- trató durante muchos años de inventar algo para lo que "ver de segunda" fuera lo que acreditara el premio, pero su cabeza no le daba para tanto y ella no era mujer de soluciones muy estudiadas, además de que no estaba dispuesta a esperar el juicio final en el que, según le prometía el cura de la parroquia, los últimos serían los primeros, por más que le sazonara el cuento con que al momento de la resurrección de los muertos la carne estaría muy fresca. Total, que día a día, mes a mes, año a año, Homi -así la llamaremos por cariño en lo sucesivo- fue acumulando el resentimiento de ser la segundona en lo de detectar partidos, además de que su hermana -a la que llamaremos por cariño en lo sucesivo Kapy, por kaput- no era muy amiga de las relaciones duraderas, porque también se inclinaba por la carne fresca y decía que después de la primera experiencia sexual el hombre sabe a carne de parrilla chupada y, aunque yo nunca la he probado -excepto una vez que cansado de masticar y masticar un duro trozo de bistec sin poder tragarlo decidí ponerlo de nuevo en el plato y mi padre, muy amante de la carne para angustia de mi sacrificada madre, me obligó a comerlo y no recuerdo cómo me supo- suena asqueroso e insípido, y Homi no era plato de segunda mesa... bueno, al menos en este aspecto. Como decía, pues, con el paso del tiempo -que siempre pasa de manera continua y no día a día o mes a mes o año a año, de tal manera que uno ni cuenta se da- Homi fue envejeciendo como cualquier ser humano que deja que el tiempo haga lo que le da la gana con él, y fue percibiendo en la piel alrededor de sus ojos unas finas rayitas, muy graciosas cuando ella reía, pero que les dio por quedarse ahí aunque ella no estuviera riendo, al igual que las dos líneas que bajaban de ambos lados de su nariz hasta casi la comisura de los labios y otras en el cuello que ni estirándolo como jirafa desaparecían, y empezó a pensar que la oportunidad de encontrar al hombre ideal -y de que este no volteara para otro lado en busca de pieles más lisas- podría perderse, y empezó a desesperarse. La muerte de Mommie -así llamaremos por cariño a la mamá muerta y seguramente momificada- sumió a Homi en un profundo cavilar -valga el hipérbole- sobre la muerte, la edad, las arrugas (dejémonos de eufemismos) y las oportunidades perdidas, porque dicho sea de paso, la historia de la madre es digna de que nos desviemos... pero no lo vamos a hacer, y en eso estaba Homi cuando vio al galán aquel que se inclinaba sobre la urna a echar un vistazo a la madre de la chica a la que acababa de conocer en el cafetín de la funeraria -la futura Kapy- que aunque con la boca llena de un bocado de sánduche de jamón y queso se veía bonita y tenía un cuerpo como para jamón y queso, porque el tipo de que era previsivo era previsivo, porque eso de acabar de conocer a una chica y déjame ver cómo es la madre por más muerta que esté porque uno nunca sabe si esto que empiezo a sentir por esa jeva, que confieso que por lo pronto no es más que ganas de llevármela a la cama, pero uno es un casabe, como dijo el filósofo llanero para no repetir lo de que uno nunca sabe, y resulta que la jeva se me mete entre ceja y ceja y acabo haciendo vida con ella y déjame ver cómo va a ser cuando viejita, y en esa comprobación estaba cuando Homi lo vio y dijo este es mío y la desesperación se le hizo enamoramiento y emoción y se fue corriendo a buscar a Kapy porque esta vez yo sí lo vi primero y no la encontró de momento, y llegó el cura para la oración final antes de que se lleven la urna y después la busco, se dijo, y después con los llantos y las condolencias y los pésames y la cargadera de coronas, y mira que puse bien en el aviso del periódico que no trajeran flores, y yo me llevo la cruz de crisantemos blancos y la otra oración del cura al lado de la urna justo antes de meterla en el incinerador, y después que si me voy contigo o que si agarro el carro de la funeraria- fúnebre porque así debe ser- pues se le pasó la ocasión de decirle a Kapy yo lo vi primero, además que el mangazo desapareció porque no volví a verlo y no nos acompañó y mejor así porque así mi hermana no me viene con el cuento de que lo vio primero y ya veré cómo averiguo para saber quién es, y total que cayó y calló la tarde y se acabaron los pasapalos en la casa de Homi y el vinito y el güisquicito y empezaron a irse los condolientes y Homi dio cualquier excusa y salió volando para la funeraria sin esperar a que se fueran todos y dejó a la hermana con ese gallo muerto, porque para Homi lo único importante era encontrar al amor de su vida y se recorrió todas las salas de la funeraria como un ladrón de sepelios cualquiera y nada que lo encontró y entonces se puso a preguntar a los hijos, sobrinos y demás deudos si sabían del mango con corbata vino tinto y mechón de pelo que le caía sobre la frente y nada, y cuando ya casi que se daba por vencida se fue a administración y de tanta lloradera porque para inventar cuentos estaba mandada a hacer, le dijeron el nombre y el teléfono de la viuda del que estaban velando antes en la capilla de al lado y que ya se fueron, y Homi dejó pasar el día comiéndose las uñas y al siguiente llamó a la viuda y le inventó un cuento chino que es como para desviarse del tema, para preguntarle sobre el mango con corbata y mechón, y la señora le dijo que sabía quién era y déme su teléfono le dijo Homi y la señora no déme usted el suyo y yo le digo que la llame, y Homi se pasó el resto del día en casa al lado del teléfono y nada y el día siguiente también y al tercer día resucitó la hermana, aunque la que estaba prácticamente muerta de angustia era Homi, a tal punto que a las líneas alrededor de sus ojos se habían sumado unas ojeras grisáceas, pero para Homi ver a Kapy fue como un nuevo aliento de emoción y se dispuso a contarle la razón de su desvelo y, hermana, te cuento que en el funeral vi a tremendo galán que se asomaba a la urna de nuestra madre que en paz descanse, y el tipo casi me hizo olvidar por qué estaba yo ahí porque en mi cabeza sólo pensaba que yo estaba ahí para encontrarme con él porque así son las cosas en este mundo, aunque yo no soy destinista, y te juro que fue amor a primera vista y no sé cómo voy a hacer para saber si no me llama y cómo encontrarlo de nuevo, pero de que lo encuentro lo encuentro, y viene Kapy y le pregunta hecha la gafa ¿uno con una corbata vino tinto y un mechón de cabello que le caía sobre la frente?, y Homi no pudo decir que no porque ése era y el piso bajo sus pies parecía derrumbarse porque ella lo vio primero y capaz que lo dice y trágame tierra porque no soy nada sin él -en este momento Homi casi que podría ganarse un Grammy al mejor ballenato si escribe lo que le pasa por la mente- y entonces, como en cámara lenta, vio cómo los labios de su hermana iniciaban el movimiento para pronunciar la y griega, que no sé para qué digo y griega como si hubiera alguna y que no fuera griega o una i que no fuera latina, la y griega, decía, del yo lo vi primero, y de ahí en adelante Homi no supo de sí y no sabe si fue con la bandeja que se había quedado sobre la mesa de la sala con las migajas de pasapalos, porque Kapy no era de las que ayudan a recoger si no es en su casa y todavía estaban ahí las bandejas y los vasos y las botellas vacías, o fue con una botella rota o un vaso roto, sírvame mesero en el vaso roto que quiero tomar en ese vaso roto y que me corte los labios o mejor que se los corte a ella para que no diga yo lo vi primero, o si fue con el jarrón de las cenizas de Mommie, porque dicen que el cadáver de Kapy estaba cubierto de cenizas. Lo que haya sido -la bandeja, la botella, el vaso, el jarrón- no llegó a tiempo: Kapy logró pronunciar, justo antes de su último grito de horror, aquella frase que tantas veces había escuchado Homi: ¡Yo lo vi primero! Lo demás… no importa.