El 2015 ha sido un año de nunca
olvidar (no le digan nada, pero lo mismo dije del 2014, hace un año): Alcancé
niveles de pelazón económica alarmantes, hasta el punto de proponerme y lograr que
empezaran a pagarme la pensión de vejez, equivalente a unas 2 milésimas de mi
último salario como empleado público, lo cual agradezco de cierta manera,
porque no sólo me ha obligado a aprender administración de crisis sino que me hace
ejercitar los pulmones a punta de suspiros, al recordar aquellos tiempos de
despreocupación económica, cada vez que veo el monto recién depositado en la
cuenta bancaria que tuve que abrir para recibir la limosna.
Me vi obligado a desarrollar
otras habilidades y dejar atrás por los momentos mi empeño en ser regulador del
servicio eléctrico. Publiqué mi primer libro de cuentos cortos –Crónicas Turbanas
–más cargados de emociones mías que de realidad o de técnica literaria, algunos
turbadores y otros urbanos para justificar la invención del título. Mis últimos
trabajos como profesional de la Ingeniería Eléctrica y del Derecho y hasta de
la Sociología improvisada y la Gastronomía, han sido más de escribir y revisar
lo escrito por otros que de inventar, pero no me quejo, porque sigue
apasionándome lo que hago.
Un nuevo nieto se sumó a la
familia: Marcelo, un regalador de amplias sonrisas sin mucho esfuerzo. Uno que
se une a mi lista de siete para completar dos de Dorina, dos de Bruno, dos de Giorgio, dos de Yudith
(que espero volver a ver algún día), cada uno una maravilla de la creación. Me
faltan los dos de Gustavo y los dos de Daniel Andrés… cuestión de no contribuir
con la disminución de la población mundial.
Un año de nostalgia también, al
ver a otro hijo que se va en busca de mejores oportunidades y de darlas a sus
hijos. Ya tengo cuatro afuera, que difícilmente volverán. Pero también un año
de reencuentro con familiares amorosos y solidarios que con gusto me tendieron
la mano en el justo momento de necesitarla; y con amigos que me hacen sentir
que siempre están ahí –en persona, cerca o lejos o a través de las redes –para llenarme
la cabeza y el cuerpo entero de poesía, de risa, de cariño, de recuerdos, de
proyectos, de ilusiones, de nuevos inicios, de todo.
Y para que no pregunten dónde
está Simón, les añado que también fue el
2015 un año de amor, emoción, aprendizaje y esperanza en muchos sentidos,
rejuvenecedores algunos. Descubrí que puedo ser buen acompañante para interminables
viajes por carreteras o por sueños: a gusto del conductor o del compañero de
asiento, puedo hacerme el muerto, o el guía turístico, o el botánico, o el
echador de chistes, o el poeta, o puedo –acompañado de mi Kindle, regalo de Gabriela
–leer extractos de Socialismo, de Ludwig von Mises; de mi libro, de mi autoría con una pequeña
ayuda de mis amigos; del Código Civil Venezolano, de autoría difusa; de Como
Agua para Chocolate, de Laura Esquivel; de Memorias de Mama Blanca, de Teresa
de la Parra; de La Desnudez del Loco, de Armando Rojas Guardia; y algunos otros
libros. También puedo dar cursos teóricos cortos sobre el uso de las manos,
tanto de las que están en los extremos de los brazos como las de cambur, las de
cartas y las de dominó. Puedo recitar los 32 sonidos vocales del francés, las 40
formas de decir nieve en esquimal (preferiblemente no ante esquimales, para no
confundirlos) y que en realidad son sólo dos: qanik y aput; puedo hablar del
origen no confirmado de los 28 errores más comunes de los periodistas y
narradores de noticias de habla española; y hasta puedo recitar una que otra
canción de Joaquín Sabina, que me abstendría de cantar para no causar discusiones
bizantinas sobre los derechos de autor. Dependiendo de si el conductor o vecino
de asiento es conductora, vecina y/o/u no,
el viaje podría transformarse en un tour turístico-artesanal-gastronómico
por poblaciones pequeñas de Aragua, Carabobo, Yaracuy, Lara o Los Andes –independientemente
de que el viaje sea sólo intraurbano –que podría incluir la parte práctica del
curso aquel sobre el uso de las manos (la parte referida a las manos que están
en los extremos de los brazos). También puedo, desde casa, desde una laptop,
hacer mercadeo de candidatos a diputados y salir victorioso. O preparar por
primera vez yo solo un pan de jamón y que me quede lindo y bello y hasta bueno;
o almorzar solo en un restaurante y sentirme bien acompañado por cualquiera de mis
otros yo.
Total, que luego de cumplir mis
terceros 22 y de iniciar mis terceros 33, puedo decir que hay Simón para rato,
y que no veo cruz en mi camino, como tampoco la veía el loco aquel del que
celebramos dos mil y pico de años de nacido en estos días… ¡Hay que ver el
vueltón que di para hacer de esto una tarjeta de Navidad! Deseo que la
celebración –tanto para los que creen, porque creen, como
para los que no creen, porque
para celebrar sólo se necesitan las ganas –sea en sana paz, divertida, emotiva
y sensualmente sabrosa y movida; y que el año nuevo sea democrático, de
tolerancia, de respeto de los derechos del otro, de cualquier otro; de
enseñanzas y aprendizajes, de crecimiento de todos, y de construcción de un
futuro de prosperidad. Los quiero mucho, a cada uno de ustedes, por razones
generales, y por motivos particulares que con gusto diré a quien no se los haya
dicho y quiera escucharlos.