miércoles, enero 18, 2006

Por ahora no me muero

Yo no sé ustedes, pero yo me niego a morir en este siglo, tanto porque lo considero un siglo perdido, como por la inutilidad de mi cadáver si muero en los próximos años. Hasta hace poco tiempo pensaba que mi cuerpo podría servir a los estudiantes de medicina, y así lo había comunicado a los miembros de mi familia que pudieran tener algún interés en el destino de mis restos a la hora de que yo pase el páramo. Me lo imaginaba arrugado, piel de pergamino ennegrecido, boca arriba, indicando con pliegues de ese cuero los sitios donde alguna vez hubo músculos y otras cosas, sobre una fría mesa de acero inoxidable… claro, a esas alturas de “mi vida” yo no sentiré ese frío sino otro, porque mi espíritu ya estará gozando de las mieles del cielo o las de la quinta paila. A mi lado, silenciosa, una estudiante pasea su mirada por las líneas de un grueso volumen de Anatomía Patológica que reposa en sus piernas, mientras delicadamente acaricia el dedo pulgar de la única mano que me queda, desde que un adolescente entrado en la universidad antes de tiempo le pidió una mano a un compañero igual de creativo y entre los dos me cortaron, o mejor dicho, le cortaron a mi cadáver, ya no mío sino de la Facultad de Medicina de la UCV, la otra mano porque les pareció una excelente broma meterla en la cartera de otra estudiante, que se la llevó a casa y vaya usted a saber si la mano está aún en la cartera en casa de la chica porque todavía no ha vuelto a usar esa cartera y ni cuenta se dio cuando sacó el monedero, los cigarros, la pintura de labios, el rouge, el rimel, el bolígrafo y el celular, porque la cartera es de cuero y la mano que rozaba era también cuero y sacaba las cosas mientras hablaba por el celular con el tipo al que acaba de llamar porque si es por él ella se queda esperando y el tipo nada. O tal vez la chama es fría como un témpano, como mi segunda esposa o como la hermana de la novia mía que dirigía el conjunto de gaitas, que estudiaba medicina y no se conmovía ni con la publicidad de harina Pan, y resulta que la chama vio la mano y con la misma la sacó y la botó en la papelera y ahora la mano está confundida con todo tipo de desperdicios en el relleno sanitario de La Bonanza y yo pagando en la factura de la electricidad para que un tractor la mezcle con tierra y chao chigüire con la mano; o a lo mejor no porque la chama vio la mano y ya se la comió el perro, un caniche de lomo amarillento que ya está harto de comer alimento concentrado, que la agarró mientras a ella le daban los primeros auxilios -abanico en la cara, agua con azúcar, alcohol en la frente- luego del desmayo que siguió a su grito de horror.

Pero la tecnología de ensayos no destructivos ha ido evolucionando muy rápidamente: que si rayos x o rayos gamma, que si tomografías axiales computarizadas, que si ecosonogramas y termografías y quién sabe cuántas pruebas más para el examen en vivo y directo de los vivos, valga la repitencia; sin contar las que sirven para examinar el aura, el iris, los chakras, los canales energéticos y la reflexología que ve todo lo de adentro en los pies y en las manos y en las orejas, o la iridiología, que es más que ver el espejo del alma, y no te cuento de los que leen la borra del café, con poco que hacer en estos días por la manía gubernamental de estar regulando el precio del café sin contar con que vender café es el negocio de algunos, y los que leen las cartas -astrales o del Tarot o españolas- y total que ahora no hay que morirse para saber de qué se murió uno, sino que te lo dicen meses antes, si es que la cuenta no te adelanta el momento, y tu descomposición interna te la detallan al pelo antes de la muerte y descomposición final y total, de tal suerte que los cadáveres ya sólo sirven para que los químicos y biólogos estudien los procesos de putrefacción y ni para eso porque ahora hay modelos computarizados que te lo muestran sin necesidad de ensuciarte las manos de muertos y sin olerlos y mucho menos verlos, y ahora nadie quiere cadáveres ni regalados. Y dudo que durante este siglo la gente logre aceptar que es preferible y mejor espectáculo, incluso para los adultos, dar los cadáveres humanos al tigre de El Pinar y demás congéneres felinos para que descarguen la locura que les invade por estar encerrados en esas jaulitas de cemento y rejas de tres por dos, que la descarguen sobre un humano aunque ya no sea ser sino estar tieso. Y ya para entonces las cremaciones serán más costosas que los entierros porque los terrenos de camposantos estarán totalmente invadidos porque ahí no se veía a nadie sino las bases para montar los ranchos, y además la gente pagará para no tener que estar ocupándose de mantener tumbas y evitar invasiones, sin cargos de conciencia por no pararle al mantenimiento y la vigilancia luego de un par de años, por lo que a quien le toque le tocará decidir si me entierran o me queman y en ambos casos mi cuerpo no servirá ni para abono de matas, ya sea porque se pudre en una caja que será de plástico imitación de madera a la que no le entra ni coquito, o porque las cenizas del cuerpo cremado casi son puro calcio que a las matas tampoco les hace ni coquito.

Pero ya en el siglo XXII nuestros cuerpos serán una amalgama indisoluble e imputrefactible de carne, plásticos, silicones, aceros al carbono y metales raros y cerámicas, y nanomotores, chips y órganos electromecánicos y electroorgánicos en miniatura, que a La Pelona la dejarán sin empleo y tendrá que sumarse a las colas de la Misión Róbinson y le saldrán várices como a cualquier madre del soberano y tendrá que irse al módulo de Barrio Adentro a que le implanten par de pantorrillas de aleación de cobalto y plástico con cobertura de piel sintética igualitas a las de Britney Spears, y el médico cubano le recomendará que deje de cargar esa guadaña pa’ arriba y pa’ abajo porque esa vaina pesa mucho y la próxima vez las pantorrillas serán de plástico imitación de palo porque tampoco es que hay pa’ tanto en la revolución, y además ya nadie se muere en este mundo mientras haya plástico y ése no se acaba porque lo reciclamos una y mil veces.

Y el siglo este me parece perdido y no me voy a morir en él porque a estas alturas del XXI estamos echando pa’ atrás porque hay un poco ‘e locos salidos de las profundidades de la ignorancia en que los metió otro poco ‘e locos que no parecían que lo fueran, ignorantes digo, y que se hicieron los suecos durante siglos, con el perdón de los suecos porque no es con ellos o a lo mejor sí, y se hicieron los sordos para no escuchar los lamentos, los ciegos para no ver los lamentos y los locos para no entender los lamentos, y ahora que el poco ‘e locos salido de las profundidades de la ignorancia, los primeros porque los segundos aún no salen, vienen con ganas de invertir las cosas, revolucionarlas como dicen, y lo que hacen es echar pa’ atrás como el cangrejo o como para coger impulso, ojalá pero ¡cognus! ni que fueran a saltar el hueco del viaducto, que es un hueco que no salta nadie porque es más un hueco moral ético vergonzoso que un hueco físico, y los huecos morales son dificilísimos de saltar porque las luces son inmensas, o la falta de luces; lo cierto es que lo del retroceso no es nada más un hecho local producto del realismo mágico, sino que es una pandemia que está contagiando a todo el mundo como influenza aviar, que si a ver vamos influencia cada vez más a cada vez más gente, y si no fuera porque los océanos están llenos de porquerías que lanzan los aviones y los barcos y las ciudades y los ríos que vienen de las ciudades y de los parques industriales que lo que menos tienen es de parques, si no fuera por toda esa porquería ya el mundo se estaría hundiendo, y pa`que se hunda el mundo el espacio tiene que curvarse para que quepan todos y la verdad es que ponernos de acuerdo para que quepamos todos en algo, por más que ese algo sea morcilla, como dice la suegra de mi hermano, nos va a tomar este siglo completito, y morirse en él será una redundancia.

Simón Saturno
Enero 18, 2006

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